Desde
ya varias décadas atrás, los avances científicos y tecnológicos revolucionan al
mundo a una velocidad vertiginosa. Los márgenes del conocimiento se presentan
cada vez más distantes de los parámetros culturales del ciudadano común,
especialmente entre aquellos pueblos o sectores desfavorecidos.
No
obstante, una vez que las bondades de la ciencia y la tecnología llegan a manos
de las naciones, éstas asimilan rápidamente sus ventajas y comodidades,
paralelamente las naciones sufren de una dependencia cada vez más profunda, así
como también de un ensanchamiento mayor entre las diferencias educativas,
tecnológicas, económicas y sociales en comparación con los países más
industrializados del orbe. No debemos interpretar esta idea como una
edificación del conocimiento, sino por el contrario, pretendemos evidenciar en
su justa medida el importante papel
de la ciencia y la tecnología como factor de desarrollo que, conjuntamente con
la economía y la política, bien pudiera catalogarse como factor de soberanía
nacional.
En
toda la historia de la humanidad, el hombre a procurado garantizar y mejorar su
nivel de vida mediante un mejor conocimiento del mundo que le rodea y un
dominio más eficaz del mismo, es decir, mediante un desarrollo constante de la
ciencia.
Hoy en
día, estamos convencidos de que una de las características del momento actual
es la conexión indisoluble, la muy estrecha interacción y el acondicionamiento
mutuo de la sociedad con la ciencia. La ciencia es uno de los factores
esenciales del desarrollo social y está adquiriendo un carácter cada vez más masivo.
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